Las marinas me entusiasman. Paisajes cambiantes. Movimientos de colores. Sintonías entre el cielo y el mar que parecen conversar entre sí. Diálogos provechosos y eficaces recrean una realidad.

Mi Río de la Plata es un mar casi cristalino. Parece un espejo de platino que, con serenidad, prefiere intervenir en el cielo, cuyas nubes, entonces, se muestran nerviosas, agitadas.

A veces es el Paraná que transforma a mi río como mar, y le hace ser un espejo viejo y remiso, perezoso y poco elocuente, pero igual encantador en su silencio de colores sienas y terrosos.

A cada instante encuentro manchas de color distintas, muy vibrantes, en el cielo de Uruguay. Y mi río como mar me habla palabras sencillas, alegres, de color azul y de grises y marrones y de muy variados granates y hasta de ocres que endulzan, serenan, pero no empalagan.

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